Muchos no tardarían ni 1 segundo en contestar que son los alumnos los que deben de adaptarse a la clase y a la metodología que plantea el maestro (estoy segura desde la buena intención y el amor por los niños)
Pero, ¿alguien se ha parado a pensar en la cantidad de personas a las que deben adaptarse nuestros alumnos/hijos a lo largo de su vida?, o más bien dicho… ¿A lo largo de su DÍA?
La forma de hacer, el carácter y los límites de cada maestro: de su tutor, del profe de inglés, de la de mates, etc… Que si unos quieren los trabajos de una manera, otros de otra, con uno se debe levantar la mano para hablar, con el otro no se puede… y depende del contexto del niño, el llegar a casa no significa necesariamente llegar a un ambiente de armonía y coherencia, muchos de los que estáis leyendo esto sabéis que había cosas que era mejor negociar con mamá y otras con papá.
¡Y con esto no quiero decir que nuestros padres no sean los más maravillosos del planeta! Pero sí que es relativamente reciente esta importancia que se le da a ir al unísono desde un punto de vista de no desestabilizar o confundir al niño en lo emocional y no tanto como un “no desautorizar” al otro progenitor.
Si, de acuerdo, la vida es dura y por el camino nuestros alumnos/hijos deberán adaptarse constantemente a distintas formas de hacer pero, ¿alguna vez nos hemos parado a pensar qué podemos hacer para facilitarles la vida a nuestros alumnos? ¿Alguna vez les hemos preguntado cómo les gustaría hacer las cosas o hemos abierto un debate para asentar unas normas comunes haciéndoles partícipes y más protagonistas de un espacio que en teoría está creado para ellos?
Desde que me he introducido en el mundo de la educación viva y respetuosa, me he reformulado muchas preguntas que antes parecían de respuesta obvia, más por un tema de “siempre fue así” que otra cosa, y que cuando trataba de darle un razonamiento lógico veía que cojeaban por todas partes. Reconozco que aún me queda muchísimo por aprender por eso intento absorber todo lo que tratan de trasmitirnos e interpretarlo de manera correcta desde el respeto y el amor a los niños.
Os voy a poner un ejemplo de algo que me sucedió hace poco y donde dentro de un contexto de escuela tradicional, traté de salir de mi zona de confort y ser yo la que se adaptaba a lo que estaba sucediendo en el aula.
Fue en una clase de 3º de primaria de colegio público. Era mi primera sustitución como especialista de inglés donde los niños eran en su mayor parte inmigrantes o de etnia gitana y no tenían problema en mostrar su falta de interés hacia el aprendizaje de una lengua extranjera. Yo venía de colegios con un contexto totalmente opuesto donde el inglés era clave para la educación de los niños, ellos lo sabían y en su entorno, hablar bien inglés y entender y cantar bien las canciones de sus ídolos era algo guay.
Traté de comenzar la clase con una canción de “Good morning” pero enseguida vi que no iba a funcionar ya que la motivación/interés que les suscitaba era 0. Entonces recordé que al entrar al aula había visto a algún alumno usando la mesa para hacer percusión y decidí probar de darle un giro a la clase.
Pregunté si alguno de ellos sabía tocar el cajón a lo que un par me dijeron que sí, entonces les pedí si podían acompañar la canción a ritmo de cajón, se miraron extrañados y me avisaron que lo que ellos tocaban era flamenco a lo que les contesté que no veía el inconveniente. Y así logré que se animaran a arrancar con la clase. Desde ese día, al comenzar la clase, dos alumnos hacen el acompañamiento y los demás cantamos la canción.
Esto último no acabó de gustar a nuestros expertos que se quejaban de que sus compañeros no sabían seguir bien el ritmo así que se nos ocurrió que un día podrían traer su cajón y hacernos una pequeña demostración y si se animan… ¡¡una Masterclass!!
Con esta experiencia trato de decir que aunque en la escuela tradicional es más difícil adaptarse a todos los alumnos, sí que podemos hacer nuestras pequeñas aportaciones y no pasa nada si salimos un poco de nuestra zona de confort y nos dejamos llevar por los intereses y pasiones de nuestros alumnos, que al ver que éstos son escuchados les hará conectar y estar más presentes.
No me gustaría que nadie se tome este post como que trato de enseñar algo, simplemente es una reflexión que me gustaría compartir después de mi vivencia ya que nunca pensé que cantaría el “Good morning” en versión flamenca ni que le propondría a dos alumnos que nos dieran una clase a mí y a los demás; pero que después de que pasara, salí de la clase contenta y creyendo que algo más les habrá llegado que una canción para ellos sin sentido y, comparada con la versión flamenca, un poco sosa 😉
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